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Mi primera experiencia en un anidaje de tinglar

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Foto suministrada por Karla Morales

Foto suministrada por Karla Morales

Por Aniel Bigio
Especial para Miprv.com

Solo faltaban unos minutos para que el reloj marcará las 8:00 p.m. A esa hora, ya la mitad del grupo que participaría de la visita al proyecto estaba listo en el interior de un establecimiento de comida rápida en la carretera 165 de Levittown, en Toa Baja.

Las instrucciones, enviadas a través de correo electrónico dos días antes, eran claras: no linternas, no fotografías y llevar un repelente para mosquitos, pues la amenaza del Zika en estos días es mucho más agobiante. La primera que dio la bienvenida fue María Elena, maestra de un colegio privado que en su tiempo libre colabora con el proyecto dedicado a estudiar, supervisar, asistir y analizar el anidaje de los tinglares en lo que es hasta la fecha, y por cuatro años consecutivos, la playa con más nidos de esta especie en todo Puerto Rico.

La voluntaria estrechó la mano y dio la bienvenida a Mi Puerto Rico Verde al proyecto Chelonia Puerto Rico, una organización sin fines de lucro que investiga y conserva la tortuga marina más grande del mundo: el tinglar.

La expectativa para esa noche era solo una: presenciar, de la forma que fuera, una tortuga marina anidar en esta playa de Dorado de unas 5 millas, considerada un patrimonio de la naturaleza puertorriqueña y en planes de convertirse en reserva natural.

El recorrido inició a eso de la 9:15 de la noche con una breve, pero muy detallada explicación de la coordinadora de la entidad. En esa corta orientación, que contó con un mini proyector que mostraba las imágenes, María Elena repitió las instrucciones y recalcó que el trabajo del grupo no era entorpecer el proceso natural de estas especies, sino asistirlas.

Tras unas breves palabras y luego de dejar los carros en la orilla de la playa, se inició la travesía. Poco se escuchaba en ese momento, solo las olas, el viento y uno que otro automóvil que pasaba por la carretera principal. La luz era escasa. Literalmente, el grupo solo se dejaba guiar por la claridad de la luna que perfectamente se reflejaba en el agua.

Se dividió al grupo en dos más pequeños, cada uno de cinco personas. A este medio le tocó llegar a las zonas C y D, las más lejos del área, por lo que había que caminar por lo menos una hora para llegar hasta allí. Sin pensarlo mucho, los visitantes iniciaron la marcha. Los ojos de los participantes de esa noche al proyecto no se despegaban del agua, esperando ver salir a un tinglar.

Entró la primera llamada del otro grupo. El aviso era claro. Al poco tiempo de comenzar el trayecto, ya dos tortugas de la zona A y B habían salido para anidar en la playa.

Fue entonces que el grupo que se dirigía a la zonas más lejos regresó para ver si era posible llegar hasta el otro lado y así poder ver la tortuga.

Foto suministrada por Karla Morales

Foto suministrada por Karla Morales

Sin embargo, la naturaleza tenía otra agenda para esa noche. A los pocos minutos, y de regreso al otro lado de la playa, la líder de grupo y subdirectora de Chelonia, Aileen, vio una sombra en el agua. Eran las 10:22 de la noche cuando la primera tortuga salió de las olas. Su andar, como era de esperarse, era pausado, pero muy recto y firme.

El grupo, por instrucciones de Aileen, se sentó en la arena para esperar que el tinglar encontrara su espacio y así poder acercarse a ella. Pasaron, por lo menos, 30 minutos en lo que dos personas pudieron ir hacia ella. Lamentablemente, parece que esa tortuga no se sentía cómoda, por lo que el grupo determinó abandonar el área para ver otra que también se había avistado.

Esta, de tamaño mediano, pero grande para el que nunca ha visto una, fue decidida a cumplir su misión. Lo sorprendente del proceso es cómo esta especie hace su nido. Para la sorpresa de los participantes, estas tortugas son artistas de naturaleza. Es decir, una vez encuentran su espacio, cavan, con sus extremidades laterales, un nido en la arena que puede alcanzar hasta los 3 pies, y un poco más, de profundidad. No es cualquier tipo de nido, es uno perfectamente construido evitando así que se derrumbe.

La tortuga se acomodó de tal forma que se le hiciera más cómodo moverse y así cavar en la arena. Los participantes estaban ansiosos por verla de cerca, pero las instrucciones aún no habían sido dadas. Tras unos minutos, los visitantes de esa noche se acercaron para verla de cerca por la parte trasera. Allí, el tinglar continuaba cavando hasta que en un momento paró y comenzó a poner los huevos. En ese proceso estuvo varios minutos hasta que terminó y volvió a tapar el nido.

Foto suministrada por Karla Morales

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Lo más impresionante de su proceso es cómo esta especie escoge el lugar ideal para su nido, lo cava y lo protege de forma tal que no le causen daño. Mientras eso pasaba, personal de Chelonia recopilaba información para sus estudios, medían la tortuga y hasta la acariciaban.

Esa noche se conoció que esa misma tortuga había sido marcada en mayo de 2014 por voluntarios de la organización y regresó dos años después en buen estado. No fue la única que visitó la playa ese día para anidar, sino que otras siete lo hicieron, lo que convierte esa área en una de alto número de nidos de la especie.

En 60 días, aproximadamente, cientos de tinglares, si todo sale bien, nacerán en esa playa de Dorado. El tinglar es una especie en peligro de extinción y viaja desde el norte del Océano Atlántico hasta el Caribe para anidar. Una tortuga como esta puede, en una sola temporada, poner hasta en nueve ocasiones huevos.

Mientras tanto, Chelonia continuará visitando la playa todos los días en busca de más nidos de la especie.


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